lunes, 2 de noviembre de 2009

Stello 1/3 Vigny

Hay un duende pequeño como mosquito, debilucho y negruzco, que sostiene una sierra de una longitud desmesurada y la ha clavado más allá de la mitad de mi frente: sigue una línea oblicua que va de la protuberancia de la Idealidad, núm. 19, hasta la de la Melodía, por delante del ojo izquierdo, núm. 32; y ahí, en el ángulo de la ceja, cerca del saliente del Orden están acurrucados cinco diablillos amontonados uno encima de otro como pequeñas sanguijuelas, suspendidos en el extremo de la sierra para que se hunda más y más en mi cabeza; dos de ellos se encargan de derramar en la raya imperceptible que provoca su sierra dentada un aceite hirviendo que flamea como ponche y que no es precisamente agradable al olfato. [...]

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