domingo, 17 de mayo de 2009

-IV

Cuando te tiendes, desnuda y bocabajo, tu espalda me mira aunque tú duermas: tranquilo mar con su rebaño de islas que, a pesar de la poesía, bautizamos pecas. Nadie sabe que allí late un sueño no realizado de Dios. El ritmo de tus pechos, la última gota de sudor, el cabello vertido en las almohadas, como si aun dormida construyeras un mundo de nombre tan real como tu ropa que levanto en mi camino al baño. Más allá del deseo de besarte y confirmar en la caricia -inúltimente- mi pasión, comparto el casnsancio de Dios tras concebirte, esa fatiga que sólo es privilegio de quien ha ocupado el día de sur a norte, seguro de que mañana es una hoja en blanco invadida por palabras que, si antiguas, cobran nuevo sentido en cada acto.

Vicente Quirarte

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