lunes, 22 de febrero de 2010

para que el sol siga saliendo

Supongo, que si bien un sacrificado (sacrificable?) antes de su muerte aceptaba con resignación y dignidad su destino, bien disfrutaba sus últimas horas y quizás procuraba desgajar el tiempo para buscar la infinitud que se esconde entre cada segundo. Ahora me preguntas tú, que hago aquí, sentado esperando a que sea más tarde, sin nada que hacer, sin entusiasmo, sin ton, ni son. ¿Pero qué otra cosa podría hacer? No hay más, no tengo prisa de irme al estómago de un dios menor y cínico que a esta hora debe ser un gran flujo menstrual y una mala programación radiofónica.

No hay comentarios: