Debieron quedarse ahí, de su lado de la cancha, en el mundo de lo correcto, en mis bolsillos. Pero hace mucho me dejaron de obedecer, volaron a tu cuerpo apenas tu calor las hizo confundirte con el sol. Y se quemaron. Ahora estan ciegas, caminando tontas, amputadas, carentes del miembro que les es más preciado y es suficiente para sentirse tranquilas, donde pueden posarse y permanecer. Tienen pesadillas las pobres, sueñan miles de cuerpos marcados, rompecabezas donde no embonan; mis manos tristes, ya no se que hacer con ellas, como explicarles que no tuvimos la suerte de morir quemados.
Ahora ellas regresaron a sus bolsillos, sufirendo el doble el frío de la madrugada, caminan a mi lado, y me pregunto cuando se vaciará la luna de nuevo.
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