Barthes habla, fragmentariamente su discurso describe lo que apenas puedo concebir. Yo, como el niño que ha destruido decenas de relojes en busca del tiempo, con los ojos envidriados, sólo puedo contemplar. Barthes se detiene, es mi turno en la dialéctica necesaria de la lectura, el mundo esta congelado, se contiene.
Decido callar, para (mal)decir en silencio; toda la fauna de la cocina parece aliviada, el cosmos prevalece.
lunes, 23 de noviembre de 2009
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